En los cruces de los caminos | Irene y Paloma, misioneras del ECYD en Córdoba: “Al acercar a Isabel a los sacramentos, entendimos cuánto tenemos y cuán poco agradecemos”
LomásRC
Durante el puente de la Inmaculada de 2024, 24 chicas y 19 chicos de 3º y 4º de ESO de los colegios Everest School Monteclaro y Highlands School El Encinar participaron en unas misiones organizadas por el ECYD en el Polígono Guadalquivir, un barrio marginal de Córdoba. Acompañados por sus responsables, consagradas del Regnum Christi y algunos legionarios de Cristo, se alojaron en la parroquia de Santa Luisa de Marillac, donde se pusieron a las órdenes del párroco para ayudar a los vecinos del barrio.
La providencia en medio de la pobreza
Irene relata que el encuentro con Isabel, una mujer mayor y sola, se convirtió en estas misiones en un signo evidente de la providencia divina. “Nos pidió agua bendita para ‘purificarse un poco’ y nosotras le propusimos hacer una confesión. El domingo de esa semana fue a misa y también se confesó. Más tarde fuimos a su casa a llevarle algo de comida y pudimos notar las condiciones en las que vivía. Sola, sin ninguno de sus hijos, pero seguía manteniendo la limpieza y, lo más importante, seguía sabiendo que Dios la amaba e, incluso, a veces seguía su llamada”, nos comparte Irene conmovida.
En su casa, Isabel conserva un Niño Jesús de cerámica que se había encontrado en la calle y decidió acoger. Para Irene, este gesto reflejaba una fe profunda que se mantenía incluso en medio de la pobreza. “Viéndolo, me di cuenta de cómo una persona sin recursos económicos ni espirituales sigue incluso respondiendo a la llamada de Dios cuando no tiene ni para comer. Me hizo ver la suerte que tengo de poder confesarme o ir a adoración cada jueves, a la que a veces ‘me da pereza ir”.
Un camino de ida y vuelta
Paloma también nos explica la profunda huella que dejó Isabel en su vida. “Las misiones del ECYD me han cambiado una vez más: cada vez que voy me sorprende de una manera diferente. Esta vez me dio la oportunidad de ayudar a una persona y ayudarla en su fe”, expresa con sinceridad.
El impacto de aquel encuentro fue mutuo: “Isabel nunca tuvo la oportunidad de acercarse a Dios y, por medio de nosotras, ha podido limpiar y liberar su alma de la angustia y el dolor después de confesarse, ir a misa y recibir compañía de nuestra parte”.
Para Paloma, la verdadera transformación ocurrió en su propio corazón: “Isabel me ha marcado y rezaré por ella cada día, igual que por todos los niños de Puerta Verde que, más que yo ayudarles a ellos, han sido estos chicos los que me han cambiado a mí”.
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