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Escribiendo | Icono de la Crucifixión | El cuerpo ondulante de Cristo elevado en la cruz que vence el veneno del pecado y nos abre el camino al Padre

ESCRIBIENDO_ cuerpo ondulado

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“Escribiendo” es una sección que, de la mano del P. Michael Canzian, L.C., y otras personas, nos adentrará en la liturgia vivida, con Jesús presente en ella, a través de los iconos. El icono que se ha escogido para la Cuaresma y que nos acompañará es el de la Crucifixión. Hemos hablado de dos de sus símbolos, por un lado, el sol y la luna y por otro lado, la calavera. Hoy os presentamos el tercer símbolo, el cuerpo ondulado.

Dentro de este icono, uno de los símbolos que más nos llaman la atención es la ondulación del cuerpo de Cristo en la cruz. Esta ondulación hace referencia a un pasaje clave del Antiguo Testamento. En el capítulo 21 del libro de Números, las serpientes venenosas atacan al pueblo de Israel. Dios ordena a Moisés que levante una serpiente de bronce sobre un estandarte, y todos aquellos que hayan sido mordidos por la serpiente y la miren quedarán sanados y vivirán.

 

Jesús elevado en la Cruz: la nueva serpiente de bronce

Este pasaje se retoma en el Evangelio de san Juan 3, 14-15, en donde Jesús en una conversación con Nicodemo, le dice: “Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna”. Al igual que la serpiente de bronce ofrecía la sanación y la vida, Jesús en la cruz dará vida eterna a todos los que crean en Él.

 

Pero, ¿cuál es este veneno que se ha metido en el hombre? El P. Michael afirma que se trata del “veneno del pecado” que nos afecta a todos. Al igual que los israelitas debían mirar a la serpiente para curarse, ahora somos nosotros quienes debemos mirar a Cristo en la cruz para recibir la vida eterna.

 

Cristo sana al hombre

Además, el cuerpo ondulado también nos rebela la “nueva vida” que ganamos en Cristo. Pero, ¿de qué vida estamos hablando? Cuando Jesús “entrega su espíritu” (Jn 19, 30), se produce una nueva restauración en el hombre. La carta a los Hebreos explica que cuando Jesús muere y “se desgarra el velo del templo” (Mt 27, 51), hay un simbolismo con el desgarre del velo del cuerpo de Cristo. Esto representa la ruptura de barreras que separan a la humanidad de Dios.

 

Cuando Jesús entrega la vida por nosotros, el velo de su cuerpo elevado y desgarrado, se abre y nos da un acceso directo al Padre. A través del sacrificio de Cristo, se inaugura una creación nueva, un camino directo hacia la vida eterna y hacia Dios Padre.

 

La ondulación del cuerpo de Jesús es un fuerte símbolo de la salvación que Jesús nos ofrece. Con su muerte y resurrección derrota el veneno del pecado y nos abre una vía directa al Padre.

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