- Vídeo íntegro de los VIII Galardones Alter Christus 2021
- Fotogalería de los VIII Galardones Alter Christus 2021
- «El criterio de acogida es cualquier persona que nos necesite, les ayudamos a organizarse en la casa, el hacer una vida de compartir y convivencia»
- «Llevar la esperanza a sus vidas es tan importante como que a uno le puedes dar un bocadillo, pagar un recibo o muchas cosas económicas que son necesarias, y que sin ellas no hay misericordia ni ayuda en la pobreza»
- «Los jóvenes inmigrantes lo tienen mal, y es un rostro muy novedoso, tienen muchas dificultades para acceder a un primer trabajo fijo y cuentan con contratos inhumanos»
Actualmente es administrador parroquial de Nuestra Señora de la Guía, coordinador de Cáritas del Arciprestazgo y coordinador territorial de la Vicaría I para el desarrollo humano integral y la innovación de la Archidiócesis de Madrid. Durante 22 años vivió en su propia casa con grupos de jóvenes con problemas de drogas en un programa de desintoxicación, y desde 2009 vive con jóvenes africanos en un programa de acogida e inserción social. En esta entrevista, cuenta cómo surgió su vocación a vivir con esta pobreza y cómo el Evangelio anima a todos a ayudar en esta causa: «El evangelio no es solo para ser escuchado, sino para vivirlo y nos tienen que llevar a un cambio de vida muy grande». También, explica cómo es la convivencia con ellos, los frutos que dan y las palabras del Papa Francisco sobre la inmigración: «Su actitud nos ha hecho cambiar esa mirada ante las situaciones y hermanos nuestros que nos hacen descubrirnos también hermanos».
¿En qué momento descubrió esta llamada a acoger en su propia casa a toxicómanos y, ahora, a inmigrantes?
Desde que descubrí mi vocación, que en mi caso surgió en un barrio muy problemático de Madrid, Carabanchel, donde veía la situación de amigos y vecinos que entraron en el mundo de la droga. También, la presencia de inmigrantes de otras provincias a Madrid en los años 60. Desde ahí descubrí una llamada a poner mi vida al servicio de los que sufrían, es decir, los pobres, como en el Evangelio.
A partir de ahí he ido descubriendo qué es ser cura para los demás, para la gente, acogiendo y sufriendo a la gente de mi barrio y de la parroquia y, desde el Evangelio, dar testimonio del amor de Dios que es un amor especialmente para los más pobres y los que más sufren. Desde que salí del seminario donde recibí esta formación en la pobreza, cuando llegué a la casa parroquial ya empezamos a acoger chicos toxicómanos y durante 22 años he vivido con chicos con estos problemas y de marginación. Sin querer cambiar de tarea, fui descubriendo la avalancha de inmigrantes que estaban llegando a Madrid y fui acogiéndolos.
Me impresionó mucho aquel grito del Papa Francisco en Lampedusa de vergüenza, en la que muchos nos sentimos muy zarandeados, y nos movió y nos mueve desde entonces a sentir que es una tarea del Evangelio el ser acogedores con los inmigrantes
Antes, teníamos una asociación de atención a menores en Hortaleza, después hicimos la Asociación San Francisco de Asís, y después empezamos con inmigrantes subsaharianos. Sigue siendo una vivencia muy fuerte de compromiso con Jesucristo con nuestro mundo y dando testimonio de ser cura en estos tiempos.
¿Cómo fue ese cambio para dedicarse a los jóvenes africanos y qué criterio sigue?
Cuando empecé, no había un plan nacional contra la droga y nadie les atendía, y nosotros desde la parroquia creamos asociaciones e intentábamos dar respuesta a las necesidades de estos chicos. Cuando llegaron estos planes nacionales como regionales y municipales de droga, los empezaron a atender. Como veíamos que eso estaba cubierto, empezamos a atender otras necesidades como los subsaharianos.
El cambio fue ver otro grupo de personas muy grande que no tenían mucha atención y que muchos lo estaban pasando mal. El criterio de acogida es cualquier persona que nos necesite, les ayudamos a organizarse en la casa, el hacer una vida de compartir y convivencia.
¿Cómo llegan a usted y cuánto tiempo se suelen quedar en casa? ¿En qué consiste el programa de inserción social?
Los chicos llegan desde las parroquias, me llaman de parroquias diciendo que han aparecido por allí personas o han conocido por la calle o yo mismo, que estoy en la calle todo el día. Llegan sobre todo en el Hospital Ramón y Cajal que aparcan coches, amigos unos de otros, familiares, primos que llegan a España y están en nuestra casa, desde ahí vamos acogiéndolos. No hay un tiempo de estancia, hay quien lleva 12 años, algunos cuando tienen papeles van saliendo.
En nuestra casa damos todo lo que necesiten para aprender el idioma, organizarse y para que tengan papeles y un trabajo. Algunos con trabajo siguen con nosotros porque viene bien y así ayudan a los que van llegando porque como estoy también muy implicado en la parroquia, los que llevan más tiempo ayudan a los que llevan menos.
El programa consiste en la acogida y vivir como una familia, el compartir con ellos todo el sufrimiento que traen de salir de casa y países, encontrarse otra cultura. Tenemos que situarlos en el contexto social en el que vivirán por medio de algún profesor que viene a casa o alguna asociación. También reciben clases de español y cultura, y buscan algunos cursos de formación de electricidad, de fontanería, de cocina, de camareros… Las instituciones ofrecen cursos interesantes para ellos, para que puedan después tener acceso a un trabajo lo más digno posible. También, los cursos con Cáritas de limpieza, de almacén, de carretilleros, o el curso del carnet de conducir para que puedan tener salidas y medios de una integración normal en la sociedad.
La convivencia en la casa es formativa, desde la relación con muchas personas que vienen por la casa. Así, van teniendo esa inserción social de descubrirse como hermanos nuestros y aunque son de otras religiones, ellos desde el Evangelio descubren que somos una sola familia. También desde la acogida total de ser personas con una necesidad que comparten su vida con nosotros y nosotros con ellos.
¿Cómo ha sido la convivencia durante estos años?
Con la convivencia tengo que dar gracias a Dios porque ha sido muy bonito, edificante y muy formativo para mí el poder compartir muchísimos sufrimientos y alegrías. Claro que hay problemas de desencuentros entre ellos y nosotros, formas de educación que no las admiten y esto genera problemas, pero también es de una alegría inmensa el veros en un mismo caminar, un mismo sentido, un mismo sentimiento ir viviendo con una esperanza y futuro muy prometedor. De todo lo que viven van aprendiendo y así la vida es más fácil y para nosotros, mirar hacia ese futuro del que nos habla el Evangelio en el que todo se cumple, nos ayuda mucho. La convivencia es muy buena, salvo como en cualquier familia con los problemas que hay.
Qué bonito es visitar a un enfermo porque es tal la alegría que les lleves a Cristo, y también que vayas tú, que es lo que me conmueve
En casa hay que realizar las tareas de clase, compartir, acoger a mucha gente que viene a nuestra casa. Nosotros tenemos comidas muy grandes con otras parroquias, diócesis, curas que vienen a vernos y comparten con nosotros.
Los chicos son súper acogedores. Somos una asociación, aunque es civil, también de la Iglesia. Yo soy cura y, por tanto, todo lo que hago es desde la Iglesia. Yo pongo todo mi sueldo y cuando cobro lo integro en la cuenta de la asociación.
También las parroquias, Cáritas diocesana, el arzobispo a veces nos ayuda, mucha gente de las parroquias por las que he pasado colaboran.
También, hay personas de la parroquia y que se han ido uniendo a nosotros y pasan por la casa y se hacen cargo de alguno de los chicos tutorizándolos, o haciéndose amigos y compartiendo con sus familias en un ambiente de encuentro.
El Papa Francisco está siendo muy cercano al sufrimiento dela inmigración, ¿cree que esto ha movido a las personas a estar en su lugar?
El Papa Francisco ha sido fundamental. Yo, personalmente, creo que se está haciendo una labor de anunciar el Evangelio para ayudar en la pobreza muy grande. Me impresionó mucho aquel grito en Lampedusa de vergüenza, en la que muchos nos sentimos muy zarandeados, y nos movió y nos mueve desde entonces a sentir que es una tarea del Evangelio el ser acogedores con los inmigrantes, y también con toda persona que necesita de cualquier forma nuestra ayuda. Nos ha hecho cambiar esa mirada ante las situaciones y hermanos nuestros que nos hacen descubrirnos hermanos. El evangelio no es solo para ser escuchado, sino para vivirlo y nos tienen que llevar a un cambio de vida muy grande, no solo mirar el sufrimiento, sino actuar.
¿Puede usted describirnos el rostro de la pobreza en España?
Hay una valoración de Cáritas nacional y diocesana de Madrid en la que nos descubre a muchos jóvenes como rostros de la pobreza que no tienen los medios para tener una preparación y una formación para las necesidades de la sociedad de hoy. Desde la situación económica, los jóvenes lo tienen mal, y es un rostro muy novedoso porque en otros tiempos la gente era más mayor. Ellos habían tenido una larga vida de situaciones complicadas y al final acababan en la calle, pero en los últimos años los jóvenes tienen muchas dificultades para acceder a un primer trabajo fijo, cuentan con contratos inhumanos y a veces se quedan en la calle. Para los inmigrantes es muy duro el acceder a un trabajo digno con futuro que les dé posibilidades de tener y acceder a una vivienda y vida normalizada. Tienen que compartir piso lo que se llama ‘piso patera’, donde comparten habitaciones y horarios de vivir en la casa y poder respirar.
¿Se resuelve la pobreza con un donativo a Cáritas? ¿O se necesita algo más?
Desde luego que la pobreza no se resuelve con un donativo. Jesús en el Evangelio le dice al que ha cumplido toda la Palabra que venda sus bienes, que lo deje todo y que le siga. No se trata de una limosna, sino de compartir tu dinero, y como decía Santa Teresa de Calcuta «hasta que duela», no solo una limosnita, sino pensar desde tu casa, cuánto tengo, cuánto necesito y cuánto tienen otros y cuánto necesitan. Es un cambio de mentalidad muy grande en este sentido de la pobreza.
Tener paciencia, ayudarnos unos a otros… todas las obras de misericordia son importantes porque todo es Evangelio, yo no doy importancia a una más que a la otra.
Hay grandes personajes en la historia de la Iglesia que han dado su vida, por supuesto que el dinero también, pero la experiencia de Óscar Romero, por ejemplo, que cuando descubre a los pobres, a su pueblo, da la vida y esto es lo que se necesita. No es dar una limosna, sino que hay que ver lo que necesita el otro para seguir adelante y para que tenga una vida digna, sólo desde ahí se cambia la sociedad y se ayuda a la pobreza.
¿Cuál es su principal obra de misericordia?
Todas las obras de misericordia son importantes, de lo material a lo espiritual, no sirve dar la vida, si no tienes amor. Dar de comer al hambriento, vestir al desnudo, visitar al enfermo… las siete obras de misericordia son importantísimas, si no haces esto no haces vida aquello que crees. También el compartir tiempo, el rezar por ellos y con ellos, el llevar la esperanza a sus vidas es tan importante como que a uno le puedes dar un bocadillo, un dinero, pagar un recibo o muchas cosas económicas que son necesarias y que sin ellas no hay misericordia. Hay que saber estar al lado, perdonar, saber entender.
A veces, justamente con la pobreza les ponemos más cargas diciendo es que no quieren trabajar, no quieren hacer nada, y no nos fijamos en lo que somos nosotros. Tener paciencia, ayudarnos unos a otros… todas las obras de misericordia son importantes porque todo es Evangelio, yo no doy importancia a una más que a la otra.
Qué bonito visitar a un enfermo, porque es tal la alegría que les lleves a Cristo. Pero también que vayas tú, que es lo que me conmueve, fíjate la alegría que es llevar a Cristo que sale de la parroquia y llevas el amor de la parroquia y esto les llena, porque saben que Dios está ahí y que está en ti y va contigo. Todas las obras de misericordia llevan a vivir el encuentro y el amor de Dios con aquellos que son hermanos.