Letras de esperanza | Marina: “No hay un manual para entregar cartas, pero lo hacemos con amor, escuchando, abrazando y consolando”
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El Salvador, Puerto Rico, Suiza, Irlanda, Portugal, México, Argentina, Bélgica, Estados Unidos, y por supuesto España, son los países que están enviando “Letras de esperanza” a Valencia. También hay colegios, algunos del Regnum Christi, y otros que no, como el de la Inmaculada Concepción, de Gavá, en Barcelona. El esfuerzo es compartido entre muchos jóvenes que están aprendiendo a cómo organizar esta actividad. A modo de ejemplo, de Bilbao irá una chica este fin de semana con más de 100 cartas impresas: los jóvenes de Valencia que participan en esta actividad no dan abasto. Marina nos cuenta lo que está suponiendo para ella y para todos el colaborar en “Letras de esperanza”: “Estamos llamados a ser las manos de Jesús, sus palabras, su abrazo y su mirada: una mirada de compasión y consuelo”. Y nos confiesa que “los abrazos más sinceros que he dado en mi vida son los de ahora: abrazos que acogen toda la debilidad del otro en el nombre de Jesús”.
¿Cómo estáis coordinado el trabajo con los voluntarios para entregar tantas cartas?
Hemos recibido muchas, pero, por logística, no las podemos repartir todas. Al principio llegamos con unas 50 o 60 cartas, y desde entonces hemos realizado varias entregas. El último fin de semana, por ejemplo, repartimos unas 60 o 70 cartas. Nos estamos organizando con voluntarios de diferentes lugares del Regnum Christi de España. Han llegado del mismo Valencia, pero también de Madrid, de Sevilla, de Barcelona, de Bilbao, de Universidad Francisco de Vitoria… Cada entrega es un momento especial.
Si son mayores a veces les hace ilusión que se las leamos. Antes de abrirlas, nos damos un abrazo con lágrimas en los ojos.
¿Y cómo es una visita a una casa donde entregáis las cartas?
Es como en misiones: visitamos a las personas, preguntamos cómo están, qué necesitan y les ofrecemos apoyo. En Benetússer, cuando llegamos a una casa, vamos de parte del párroco y del Regnum Christi. Tenemos un formulario y vamos preguntando qué se les ha estropeado por si se puede cubrir económicamente de alguna manera. Nos cuentan cómo lo vivieron, cómo lo están viviendo ahora, cómo se sienten, y luego ya les decimos que tenemos un regalo para ellos. Entonces les damos la carta. Si son mayores a veces les hace ilusión que se las leamos. Incluso antes de abrirlas, nos damos un abrazo con lágrimas en los ojos. La gente está, de verdad, muy, muy tocada. Está muy, muy sensible.
¿Puedes compartirnos alguna experiencia que hayas tenido?
Cuando entregamos las cartas, el impacto es profundo. Recuerdo a un abuelo que ya habíamos visitado y entregado una carta la semana anterior. Volvimos a su casa y nos invitó a pasar. Nos mostró cómo había guardado la carta que le dimos: ¡la colocó junto a las fotos de sus nietos! Para él era un tesoro. También hemos entregado dibujos de niños de catequesis y colegios. Los dibujos, muchos de ellos con cruces y mensajes cristianos y de esperanza, también han llenado de alegría y consuelo a las familias.
¡Un abuelo colocó la carta junto a las fotos de sus nietos! Para él era un tesoro.
¿Y qué criterio tenéis para entregar las cartas?
Tenemos cartas y también dibujos de niños de catequesis de los coles. Ahora tenemos muchísimos dibujos que vamos a entregar. Cuando vemos niños y familias por las calles se los entregamos. ¡Hasta hace una semana no se veían niños por las calles! Pero pasito a pasito se empiezan a ver. Las cartas las tenemos diferenciadas, y en el sobre ponemos “Os queremos familia” y son para familias con niños. O pone “Os queremos”, y son para otras personas. Intentamos compartir un poco de alegría, un poco de consuelo, un poco de esperanza.
¿Qué teneis en el corazón cuando entregáis una carta?
Estamos aprendiendo en este camino. No hay un manual para entregar cartas, pero lo hacemos con amor, escuchando, abrazando y consolando. Es una obra de misericordia: consolar al triste, abrazar al necesitado y transmitir esperanza. En lugares como Benetússer, guiados por el párroco, vamos casa por casa, preguntando a las personas cómo estaban y qué necesitaban. A veces simplemente hablamos con quienes encontramos en la calle, ofreciendo tiempo y palabras de aliento. A veces, lo único que podemos dar es un abrazo: abrazamos su vulnerabilidad.
¡Hasta hace una semana no se veían niños por las calles! Pero pasito a pasito se empiezan a ver.
¿Qué te dice la expresión “apóstoles en salida”?
Pues que es muy importante ser apóstoles en salida, no quedarnos en casa. Si queremos transmitir el amor de Jesús, lo menos que podemos hacer es salir al encuentro del otro. Estamos llamados a ser las manos de Jesús, sus palabras, su abrazo y su mirada: una mirada de compasión y consuelo. Los abrazos más sinceros que he dado en mi vida son los de ahora: abrazos que acogen toda la debilidad del otro en el nombre de Jesús. Todos nos piden que no les olvidemos.
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