María Gálligo ha renovado sus votos temporales como consagrada del Regnum Christi el pasado 3 de septiembre, con 28 años, en el colegio CECVAC International School de Monterrey, donde realiza sus prácticas apostólicas como instructora de formación.

María, antes de entrar en la vida consagrada femenina del Regnum Christi en 2017, fue laica del Regnum Christi de la sección de jóvenes de Madrid y antigua alumna de Highlands School El Encinar y de la Universidad Francisco de Vitoria. También fue colaboradora del ECYD en Estados Unidos, y colaboradora del Regnum Christi, en Roma.

Tras realizar sus primeros votos temporales, regresó a Madrid para continuar su formación en el bachillerato de Teología durante dos año en la Universidad Eclesiástica de San Dámaso.

Un misterio que rodea mi existencia

Hemos podido hablar con María Gálligo y le hemos hecho unas preguntas para conocer cómo se encuentra ella en este momento en relación con la renovación de votos y con su actual destino apostólico en un colegio Regnum Christi en Monterrey.

¿Cómo fue tu ingreso a la vida consagrada en el Regnum Christi?

Llevaba con inquietudes desde la adolescencia y muchos años de búsqueda de aquello que llenara mi corazón, y el último año de universidad el Señor me dejó claro que era a Él a quien buscaba. Entré en el candidatado en el 2017 y después de dos años me consagré.

¿Qué representa hacer la renovación de votos?

Para mí significa compartir con asombro y alegría lo que constato que está sucediendo en mi vida: que Dios me hace feliz y me quiere feliz con una vida consagrada a Él. Para mí esto es un misterio que rodea cada instante de mi existencia, pero que agradezco cada día. La felicidad y plenitud a la que nos llama Dios es enorme, en estos tres primeros años de consagrada ha habido momentos muy difíciles y ha habido momentos de una felicidad enorme, una felicidad que nunca habría imaginado, una felicidad que yo, por mí misma, jamás me habría podido dar.

¿Qué es lo que más te llena de trabajar en el colegio? 

Poder estar ahí en el día a día de las niñas, acompañarlas en lo más ordinario. Que nuestra presencia diaria en el colegio como consagradas sea para ellas un signo de que Jesús está siempre ahí, en todo momento, en todo lo que hacen, en cada situación diaria a la que se enfrentan. El colegio es un lugar privilegiado para contribuir a la formación de las niñas y para hacer que se sepan amadas, lo mismo con una enseñanza, que con una corrección, dándoles una oportunidad o lanzándolas a nuevos retos…