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Misiones de Semana Santa | Mencía, de Sevilla: “Sus respuestas me dejaron sin palabras: en la Adoración pedían un trapo de cocina, un móvil o una familia feliz”

Mencía Muñoz misionera en Córdoba con el ECYD

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“Las misiones con adolescentes en un barrio marginal de Córdoba son muy especiales porque se desarrollan en un entorno desafiante y necesitado”. Así resume Mencía, sevillana de 16 años, la experiencia que vivió en la parroquia de Santa Luisa de Marillac, donde jóvenes del ECYD de España realizan misiones durante la Semana Santa desde hace unos años. Una experiencia que, como ella afirma, fue “la mejor Semana Santa de mi vida y diría que la mejor experiencia de mi vida”.

Mencía cursa 4º de ESO y es responsable de un equipo del ECYD en Sevilla de niñas de 6º de Primaria. Ella ha participado en varias ocasiones en las misiones de Semana Santa y, en concreto, en las de Córdoba. Allí, vio actuar a Dios en muchísimos pequeños detalles. De los misioneros señala, por ejemplo, “en la forma en que los adolescentes acabaron implicándose y cambiando su actitud”; y ya en la parroquia “en la paciencia de los ancianos que nos esperaban para charlar o rezar, o en los niños que se acercaban con una sonrisa enorme solo por jugar con ellos”.

 

Los misioneros por las calles de Córdoba pidiéndo a la gente que anote sus intenciones en una cruz
Los misioneros por las calles de Córdoba pidiéndo a la gente que anote sus intenciones en una cruz.

 

¿Qué tienen de particular unas misiones con adolescentes en un núcleo urbano, y en un barrio marginal de Córdoba?

Las misiones con adolescentes en un barrio marginal de Córdoba, son muy especiales porque se desarrollan en un entorno desafiante y necesitado. Los jóvenes se enfrentan a realidades completamente distintas a las suyas, en un contexto donde muchas familias viven en condiciones de pobreza, con carencias tanto materiales como afectivas, donde la religión muchas veces se vive como una tradición o una obligación, y no como algo personal y auténtico.

 

Un misionero lleva a un niño de Puerta verde por las calles de Córdoba
Un misionero lleva a un niño de Puerta verde por las calles de Córdoba.

 

¿Cuál ha sido el momento más sorprendente o inesperado que vivís en estas misiones?

Hubo muchos momentos especiales, pero uno que me impactó muchísimo fue cuando estábamos en adoración con los niños pequeños y les pregunté qué le pedirían a Dios si pudieran pedirle cualquier cosa. Sus respuestas me dejaron sin palabras: algunos pedían un trapo para la cocina, otros un móvil y muchos pedían una familia feliz. Fue un golpe de realidad y a la vez un regalo enorme, porque me mostró la sencillez con la que ellos viven y cómo valoran cosas que yo muchas veces doy por sentado.

 

Me marcó especialmente cómo sus necesidades reflejaban tanto sus carencias materiales como las emocionales. Pero, sobre todo, me di cuenta de que nosotros íbamos allí creyendo que íbamos a ayudarles, pero en realidad ellos nos enseñaban con su autenticidad.

 

Algo que solo quienes han ido de misiones pueden entender es esa conexión tan especial que se crea con la gente del barrio en tan poco tiempo. La amistad que ofrecen sin importar de dónde vengas o cuánto tiempo te vayas a quedar, es algo increíble. También el ver cómo, a pesar de la pobreza o las dificultades, mantienen la alegría y la esperanza.

 

Los chicos y chicas del ECYD organizan también un Via Crucis por las calles cercanas a la parroquia
Los chicos y chicas del ECYD organizan también un Via Crucis por las calles cercanas a la parroquia.

 

¿Cómo has visto actuar a Dios en pequeños detalles durante la misión en los adolescentes que acompañáis y en la gente del barrio?

Vi a Dios actuar en muchísimos pequeños detalles: en la forma en que los adolescentes, aunque algunos fueron obligados por sus padres, acabaron implicándose y cambiando su actitud; en la paciencia de los ancianos que nos esperaban para charlar o rezar; en los niños que se acercaban con una sonrisa enorme solo por jugar con ellos. Todo eso me enseñó que Dios está presente en lo sencillo, en lo cotidiano.

 

Esta experiencia me ha hecho confiar más en Él porque me ha mostrado que tiene planes para cada uno de nosotros, incluso en los lugares y personas que menos esperamos. Dios siempre actúa, aunque no siempre de la forma que nosotros imaginamos.

 

Dos misioneras con uno de los chicos de la parroquia santa Luisa de Marillac
Dos misioneras con uno de los chicos de la parroquia santa Luisa de Marillac.

 

¿Qué aprendizajes te llevas de estas misiones para el día a día del resto del año?

Me llevo muchísimos aprendizajes. El más importante es que la misión no termina cuando vuelves a casa. Al final, es en tu día a día donde puedes aplicar todo lo que has vivido. Me he dado cuenta de que ser misionero no es solo ayudar a los demás, sino también dejarse ayudar, aprender de ellos y descubrir a Dios en lo más sencillo.

 

Además, he aprendido a valorar más lo que tengo y a ser más agradecida. Cosas que para mí son básicas o normales, para otros son un sueño. También he aprendido a salir de mi zona de confort, a confiar más en Dios y a no dar nada por hecho. Sobre todo, me quedo con la idea de que, aunque yo iba con la intención de dar, he recibido mucho más de lo que imaginaba.

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