Misiones de Semana Santa | Pancho y Mechi: “Empezamos a misionar sin saber bien qué nos íbamos a encontrar, y la sorpresa fue que fuimos nosotros los misionados”

LomásRC
“Teníamos la certeza de querer vivir más profundamente la Semana Santa y nos hacía ilusión el compartirla con otros amigos y conocidos”, nos explican. Los Olivera son argentinos y llegaron a España hace dos años. En su país, los hijos estudiaban en un colegio Regnum Christi y la familia fue responsable de una unidad de Familia Misionera. Actualmente, Lucas, el pequeño, está en bachillerato en Highlands School Los Fresnos, Sofía estudia en la Universidad Francisco de Vitoria y otra vivió en España durante un año. El mayor, Tomy, ya trabaja y participa en Kénosis y en Los 72.
¿Cómo describiríais la experiencia de vivir la Semana Santa en misión con toda la familia?
Es una muy buena experiencia acompañando a Jesús en estos días tan especiales e importantes, unidos en familia y compartiendo nuestra fe con otros hermanos.
A decir verdad, empezamos a misionar en familia hace muchos años, con los niños pequeños y no sabíamos bien que nos íbamos a encontrar. Teníamos la certeza de querer vivir más profundamente la Semana Santa y nos hacía ilusión el compartirla con otros amigos y conocidos, y acompañar a otra gente ayudándola también a vivir más cristianamente esos días. La sorpresa fue que no solo encontramos una forma de vivir más intensamente estos días sino que, queriendo misionar a los demás, fuimos nosotros los principales misionados. Al volver nos dimos cuenta que era mucho más lo recibido que lo entregado.
¿Cuáles han sido los mayores retos de compartir esta experiencia con niños, adolescentes y adultos juntos?
Los mayores retos fueron que los niños tenían necesidades y horarios un poco distintos a los jóvenes y, a su vez, los jóvenes respecto de los adultos. Logramos superarlo armando grupos de misión y actividades específicas, teniendo en cuenta estas necesidades y diferencias. Todo ello se vivió dentro de un clima de especial comprensión y empatía, fundamentales para una buena convivencia. Y con un profundo espíritu de servicio, ayudándonos unos a otros, siempre con una sonrisa y haciendo que hasta las peores diferencias o problemas se disimularan y se resolvieran, siempre ofreciéndolo a Dios y con mucha caridad.
¿Hay alguna anécdota divertida o un momento especial que haya marcado la misión? ¿Cómo influyó en la unión familiar?
En las primeras misiones en familia en Argentina, dormíamos en el suelo con colchones inflables en aulas de escuelas públicas. Compartíamos baños y las pocas duchas que había entre más de 80 personas y niños. Para conseguir ducharse, nos íbamos despertando cada vez más temprano y haciendo fila, con duchas de no más de 4 minutos por persona para dar lugar a los demás. Una cosa muy habitual era despertarse a mitad de la noche con el colchón desinflado y tener que seguir durmiendo así para no despertar a los demás o salir a inflarlo afuera, con el frío, para luego seguir durmiendo. En el momento parecía un drama, pero luego, durante el día, este tipo de anécdotas nos hacían reír mucho y apreciar más las comodidades de nuestras casas.
Siendo encargados de una misión, un día me vinieron a buscar porque había una rata en el baño de señoras. Y, con una escoba en mano y encerrándonos en el baño para que no se escapara, comenzó la cacería, que terminó exitosamente. Pasamos de los gritos y nervios a las risas y anécdotas de por vida.
Por otra parte, al misionar, recordamos un día en que, con los niños pequeños, nos encontramos repartiendo oraciones para bendecir la mesa a los misionados. A partir de ese momento, en nuestra casa nunca más se les olvidó a nuestros hijos bendecir los alimentos antes de comer.
Después de vivir esta Semana Santa en misión, ¿qué impacto ha tenido en la familia? ¿Cómo ha cambiado su manera de vivir la fe juntos?
Después de vivir la Semana Santa misionando en familia, nuestros hijos se han transformado en misioneros del mundo, en sus actividades diarias, en los ambientes en donde se mueven. Hoy son ellos los principales motores familiares de estas actividades.
Por otra parte, el misionar en familia y llevar el mensaje de fe a otras personas hizo que, después, nosotros viviéramos también más intensamente nuestra fe.
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