Misiones en Marruecos | Rodrigo, desde el orfanato la Crèche de Tánger: “Me gusta pensar que somos los brazos de Cristo haciéndoles saber que son amados”
LomásRC
El grupo de misioneros de Cumbres School Valencia ha tenido en Tánger toda una experiencia de Iglesia y de misión. Se alojaron en el convento de las Hermanas Carmelitas, con las cuales compartieron Eucaristías, adoraciones y momentos de fraternidad, y también fueron recibidos por Fray Emilio Rocha, arzobispo de Tánger. “Mi motivación para ir a Tánger nació de la inquietud de poder transmitir el amor de Cristo a los olvidados”, nos explica Rodrigo, uno de los jóvenes valencianos. Allí, estos alumnos del colegio Regnum Christi, además de colaborar en el orfanato, apoyaron a los Hermanos Franciscanos de la Cruz Blanca.
¿Qué te motivó a participar en esta misión en un orfanato en Marruecos?
Mi motivación nació de la inquietud de poder transmitir el amor de Cristo a los olvidados. Sabía de la labor que hacen en la Crèche y me sumé a estas misiones que Cumbres School hace cada año.
Que se sientan queridos me hace entregarme sin pensar en mí mismo
¿Cómo es vuestro día a día con los niños?
Todas las mañanas empezamos con una Misa para darle sentido a nuestra labor allí. Después desayunamos todos juntos, para organizar el día ya que no solo vamos al orfanato, también hacemos grupos para acompañar a los H. Franciscanos de la Cruz Blanca por las tardes. Su trabajo con las personas con discapacidad es maravillosa.
En el orfanato colaboramos con las personas que trabajan allí para atender a los bebés y a los niños mayores con algún tipo de discapacidad. Realmente se ve la alegría en sus caras, me gusta pensar que somos los brazos de Cristo haciéndoles saber que son amados.
Cada tarde, al volver al convento de las Carmelitas, ponemos a los pies del Señor todo lo vivido. Con él, todo tiene sentido.
¿Qué desafíos enfrentas: idioma, cultura, alimentación, tradiciones…?
Aunque pudiera parecer lo contrario, la religión no ha sido ningún obstáculo. De hecho me ha servido para eliminar mis prejuicios sobre otras culturas o religiones. El idioma tampoco ha sido problema, los abrazos son universales.
Estos días en el orfanato me han ayudado a ser consciente de que tenemos que dar las gracias por todo lo que tenemos: una familia, una educación, bienestar y, sobre todo, una fe esperanzadora y reconfortante. Los niños del orfanato están muy bien cuidados, pero sus trabajadoras no dan a basto para transmitirles el cariño que ellas querrían y por eso nuestra visita es tan agradecida.
Choruk, una de ellas, en la despedida no dejaba de decirnos con lágrimas en los ojos; “shukran”, que en árabe significa “gracias”. Que se sientan queridos me hace entregarme sin pensar en mí mismo. Realmente te olvidas de ti para darlo todo.
Mucho se nos ha dado, y mucho tenemos que devolver. Amor con amor se paga.
¿Puedes compartirnos algún momento especial de estos días?
El primer día, cuando entré en el orfanato y vi la cara de ilusión de los niños al vernos llegar, me impactó mucho. No nos conocían de nada, pero la conexión fue inmediata. Sus sonrisas provocaron las nuestras.
¿Tienes alguna canción, o un versículo del Evangelio, o un libro que te resuene especialmente estos días de misiones?
El pasaje del Evangelio que ha cobrado sentido estos días es Mt 25, 31-46: “Cuanto hicisteis a uno de estos mis pequeños a Mi me lo hicisteis”. Mucho se nos ha dado, y mucho tenemos que devolver. Amor con amor se paga.
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