Fueron dirigidos por el P. Javier Cutanda, L.C., y también acompañados por la consagrada del Regnum Christi Yoli García. Macarena, una de las señoras participantes, nos comparte su testimonio.
Estar cerca de Dios
Para Macarena ha sido la primera vez que asistía a unos ejercicios con señoras. Siempre había asistido con jóvenes, pero esta vez tenía el sentimiento de ir “a las de los mayores”. “Me daba vértigo el ser consciente de que si voy creciendo, mi relación con Cristo ha ido cambiando. Estaba dispuesta y abierta, pero sobre todo pensando en ‘A ver por dónde me sale y qué me pide Él ahora…’, lo que vienen a ser sentimientos encontrados”, ha explicado.
Para ella ha sido un fin de semana “estupendo” y a lo largo del mismo fue recibiendo “muchas gracias y luces, quizás no tan sensibles como las de otras épocas”, pero estaba encantada porque se ha sentido “muy cerca de Dios, acompañada y con un mensaje claro de lo que me pedía”. Aun así, siempre hay sorpresas, y Macarena reconoce que ha recibido muchos regalos: “Como viene siendo habitual en Él, siempre te sorprende y deja el mejor vino para el final. El regalo fue descubrir, o más bien reencontrarme con un Cristo que no pide, sino que está deseoso de dar, deseoso de amarnos sin medida ni límites, deseando llenarme en abundancia. En definitiva, un Cristo que lo único que me pide es que me deje ser amada por Él con su inmensidad en mi pequeñez”, concluye.
Contar con un programa de vida
Aurora, otra de las participantes, hace especial énfasis en la importancia del programa de vida: “Como meta final, se nos propuso que nos creáramos uno, comprometido, escrito allí, que nos acompañase al marcharnos”. Como todo programa de vida “con su lema que nos recordara el contenido y una virtud a alcanzar. En las pausas para meditar las charlas de la formación aprovechábamos el tiempo para irlo definiendo: en la capilla, en el jardín, en el patio, en cualquier rincón del maravilloso convento. Y lo terminé, meditado y rezado también ante la Virgen”.
Ella misma recomienda a todos, “encarecidamente, que el que pueda haga estos ejercicios: desde luego que no se lo platee como un fin de semana de desconexión y relax, para eso mucho mejor ir al mar o al campo. Porque tal y como indica el nombre son unos ejercicios, profundos, de fe, de esperanza y de compromiso. De paz, de limpieza de corazón y de aprendizaje y con un broche final de sabor a Resurrección y Cristo vivo, que al marcharme del convento y cerrar la puerta, la maleta que llevaba pesaba lo mismo que cuando llegué… pero iba mucho más llena”.