En él, las chicas pudieron reflexionar sobre los distintos lenguajes del amor que, además de darse en las relaciones personales cotidianas, también se da en la relación con Dios a través de la oración. Algunas de las formas era la contemplación ignaciana, la Lectio Divina, la oración de silencio y la oración acompasada. Ana de Oriol es una de las jóvenes que ha podido participar en este taller y a través de él ha podido descubrir que la oración “no solo se da en la Iglesia, sino también en mi día a día”.
A Dios se le encuentra en cualquier lugar
Ana tenía planes de fin de semana, pero decidió venir al taller: “Aunque no tenía muchas ganas, en estos tres días he encontrado el total sentido a la frase que dice ‘Dios quita, pero cuando devuelve multiplica”. Durante la jornada, ha descubierto que Jesús le llama “a parar, a olvidarme de mi rutina, de mis mil cosas que hacer, las prisas… y a asentarme y dedicarle parte de mi tiempo”.
También, ha aprendido a ver que lo más importante de la fe es saber rezar. “Es necesario saber escuchar a Dios entre tanto ajetreo, saber conversar con Él aun cuando no tienes nada que decirle. También, saber encontrarle en cualquier lugar, aprender a orar de varias maneras hasta encontrar la que más me ayudara y, sobre todo, ser consciente de que Él siempre me va a estar esperando”, ha contado.
Estas jornadas le han ayudado a recordar «que la oración no solo está cuando uno va a una Iglesia, sino que está en el día a día, en los planes, la rutina y que cuando lo meto a Él soy inmensamente más feliz”. “Tras este taller de oración -nos explica- solo puedo dar las gracias, en primer lugar a Dios por el auténtico regalo de formación que he recibido». Y de forma especial al Espíritu Santo «por haberme puesto a las personas que me han invitado y me han insistido a que vaya. Ojalá los jóvenes como yo tengan esta gran oportunidad porque sin duda es un verdadero regalo”.