Un joven en Familia Misionera | Jaime: “Vivir cada año y de forma tan intensa con mi familia la Semana Santa es algo que no tiene precio”
LomásRC
Nos cuenta en esta entrevista lo que supone ir con su familia y el grupo de amigos que se ha hecho a lo largo de los años en Familia Misionera. Jaime no concibe, nos cuenta, “vivir la Semana Santa de otra forma que no sea de misiones, rodeado de Jesús, personas de los pueblos que visitamos, mi familia y amigos de y para toda la vida”. Sobre los amigos explica que “desde hace ya diez años, se ha ido formando un grupazo que me inspiran, con los que puedo vivir y aumentar mi fe, y con los que tengo un vínculo especial que Dios fortalece cada año”.
Tú has vivido las misiones desde pequeño. ¿Dirías que son parte de tu ADN: que no hay Semana Santa sin misiones?
Creo que la mejor forma de expresarlo es que no concibo vivir la Semana Santa de otra forma que no sea de misiones, rodeado de Jesús, personas de los pueblos que visitamos, mi familia y amigos de y para toda la vida. Gracias a Dios y al empeño de mis padres, llevo yendo de misiones prácticamente desde que nací, y efectivamente puedo decir (con orgullo) que esto ya forma parte de mí. Nuestro vínculo con misiones y la comunidad es tan fuerte que tampoco renunciamos a vivir la Semana Santa en cuarentena, reuniéndonos todos los días de manera online para rezar el rosario o incluso hacer algún cinefórum.
Aunque sólo fuera por cuatro personas en un pueblo recóndito, nuestra labor allí es inmensa y merece la pena increíblemente
¿Por qué sigues yendo de misiones con tu familia y no con otros apostolados que también ofrecen esta posibilidad con jóvenes? ¿Cómo vivís los jóvenes de Familia Misionera las misiones?
Además de Dios, el pilar más importante de mi vida es mi familia. Volver a vivir, cada año y de forma tan intensa, muchos de los días más importantes de la vida de Jesús compartiéndolo con mis padres y mis hermanas, es algo que no tiene precio. Y lo mejor es que la cosa no queda ahí. Desde hace ya diez años, se ha ido formando un grupazo de amigos que me inspiran, con los que puedo vivir y aumentar mi fe, y con los que tengo un vínculo especial que Dios fortalece cada año. Todo esto gracias a Familia Misionera.
Y si además, añades el acompañamiento de los sacerdotes y consagradas del Regnum Christi, junto con el sacrificio y compromiso de todas las familias implicadas en que las misiones salgan adelante cada año, no hay mejor llamada para todos los misioneros (y especialmente los jóvenes) para llevar a Jesús a los pueblos que nos acogen.
Ir de misiones en Semana Santa, es un tiempo que restas al descanso o los estudios. ¿Qué te aportan las misiones como para seguir un año más acudiendo a los pueblos a colaborar con los párrocos y a llevar el Evangelio hasta cada uno de ellos?
Como ya decía, no entiendo Semana Santa sin misiones. Las conversaciones con las personas de los pueblos, las formaciones que nos dan, las procesiones, los oficios, las adoraciones, etc., todo ello me ayuda a adentrarme en los días santos y poder experimentar de cerca lo que vivieron Jesús, María y los apóstoles. Salir de esta dinámica me haría vivir la Semana Santa con mucha menos profundidad, y me perdería todo lo nuevo que Dios me muestra cada año. Pues aunque parezca que el Evangelio cuenta los mismos hechos cada Semana Santa, todo aquello que hemos vivido y adquirido cada año permite que Dios nos hable de manera distinta cada vez.
No vivir así la Semana Santa, sería vivirla con mucha menos profundidad, y me perdería todo lo nuevo que Dios me muestra cada año
¿Cuál ha sido el momento más impactante o significativo durante tu participación en Familia Misionera que te haya hecho reflexionar sobre tu fe y el servicio a la Iglesia?
Podría decir muchos, pero me quedo con dos. Pocas cosas más renuevan el espíritu que levantarnos (los jóvenes) a las tres de la mañana todos los años para acompañar a Jesús en sus horas más duras la noche del Jueves Santo. Es un tiempo para cantar, estar junto a Él y reflexionar sobre todos los sacrificios y enseñanzas que nos dejó en los días más significativos de su vida.
También me acuerdo especialmente de un momento del año pasado. Hicimos un via crucis alrededor de la iglesia de un pueblo perdido por las montañas de León, en estos sitios donde las carreteras no son aptas para cardíacos. Además de los jóvenes de misiones, nos acompañaron una señora mayor, su hija y sus nietos. Y ahí me di cuenta de que, aunque sólo fuera por cuatro personas en un pueblo recóndito, nuestra labor allí era inmensa y merecía la pena increíblemente. Me hice verdaderamente consciente de que Dios está y se hace presente hasta en los lugares más recónditos, y me hizo sentir muy reconfortado. Espero que esto me recuerde siempre la presencia de Dios en mi vida, en todo lugar y en todo momento, incluso en los momentos de flaqueza.
¿Puedes compartirnos un texto evangélico, una canción, una película… que te motive a ir de misiones?
Voy a decir dos canciones. La primera es muy típica, pero eso no significa que su mensaje pierda valor. Es el himno de las misiones, “Alma misionera”: “Llévame donde los hombres necesiten tus palabras, necesiten tus ganas de vivir, donde falte la esperanza (…), simplemente, por no saber de ti”. Precisamente, nadie mejor que los jóvenes para transmitir esas ganas de vivir que Dios nos da y llevarlas allá donde, por distintas circunstancias, es más difícil que Dios se haga presente. Y lo mejor es que, en verdad, son los habitantes de los pueblos quienes renuevan tu alma misionera.
La segunda destaca por su estribillo: “Al pecho llevo una cruz, y en mi corazón lo que dice Jesús”. No hay mejor descripción de las misiones: con nuestra camiseta blanca, un pañuelo amarillo y una cruz en el pecho, salimos donde Jesús nos envía para llevar su mensaje de la mejor manera. Es una experiencia preciosa en la que Jesús nos lleva de la mano.
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