La Cruz de mayo del ECYD de Sevilla se celebró un año más congregando a unos 300 niños del club Faro y niñas del club Alpes que participaron activamente en la procesión. La organización del evento corrió a cargo de unos 50 responsables, entre ellos jóvenes del ECYD de la localidad y padres de familia que forman parte de la comisión organizadora. En total, cerca de 350 personas fueron las que participaron directamente, a lo que se sumó el acompañamiento de numerosos familiares y espectadores por las calles.

Como comunidad de apóstoles

Los niños desempeñaron los roles de la procesión haciéndose responsables de todas funciones: costaleros, capataces, incensarios y portadores de la naveta, entre otros. Las niñas acompañaban vestidas con traje de gitana. Juan Gil-Arévalo, uno de los capataces, estudiante de 1º de la ESO, nos explica que “la verdad que fue muy bonito el apostolado… había mucha gente viéndonos, y la gente pensaba que cómo estos niños y jóvenes del ECYD tan contentos y tan alegres pueden estar tan comprometidos y encargarse de llevar este paso”.

Gonzalo Mijares, de 3º de la ESO y que ayudó a los incensarios portando la naveta, comparte que para él ha sido “un acto muy bonito y especial porque he hecho una penitencia rezando durante todo el recorrido acompañado por mi familia del ECYD, que además son mis amigos”. Él también destaca el valor del testimonio que se dio en las calles, fruto de una comunidad que se ha ido construyendo en el tiempo.

Una oportunidad para dar testimonio

Mariana Ariza, por su parte, señala que “para mí, salir en la Cruz de mayo significa compartir con el ECYD una experiencia que me acerca más a Cristo”. Añadió que es un momento “muy esperado e importante” que le ayuda a mejorar su relación con Jesús, y que esta salida conjunta “es una manera de compartir y dar testimonio de nuestra fe a los demás”.