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Dilexit nos: La Encíclica del Papa Francisco sobre el amor humano y divino del Corazón de Jesucristo

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El Papa Francisco ha publicado su cuarta encíclica, “Dilexit nos”, en la cual profundiza sobre el amor divino y humano revelado a través del Corazón de Jesús. El título, que significa “Nos amó”, hace referencia a la carta de San Pablo a los Romanos (Rm 8, 37), y se centra en la realidad de que el amor de Cristo es inquebrantable y eterno. Se trata de una Encíclica que embona con la espiritualidad del Regnum Christi en la que la devoción al Sagrado Corazón es fundamental.

La Encíclica Dilexit nos se publica en el marco de la celebración de los 350 años de la primera manifestación del Sagrado Corazón de Jesús a Santa Margarita María Alacoque en 1673, que se clausurarán el 27 de junio de 2025.

 

Desde el inicio del documento, el Papa subraya cómo el corazón de Jesús es símbolo del amor divino, mencionando que “su corazón abierto nos precede y nos espera sin condiciones” (n. 1). Este amor, según el Papa, no está condicionado ni por méritos ni por expectativas humanas, sino que es ofrecido como un regalo gratuito. Francisco se apoya en las Escrituras para afirmar que en Jesús “hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído” (1 Jn 4, 16), invitándonos a contemplar la profundidad de este amor divino.

 

El lugar del corazón en la persona

Dilexit nos se estructura en torno a la importancia del corazón, no solo en sentido simbólico, sino como el centro integrador de la persona humana. El corazón es el núcleo desde el cual la persona se orienta hacia los demás y hacia Dios. Francisco explica que, en una sociedad dominada por el materialismo y la superficialidad, es necesario volver al corazón, el lugar donde se encuentran “las verdaderas intenciones” y “la propia verdad desnuda” (n. 5).

 

En el núcleo de su reflexión, el Papa enfatiza que el corazón es el lugar donde se da la unión entre lo divino y lo humano. Este es el punto central de la espiritualidad cristiana, ya que el corazón de Cristo es el que nos conecta con el amor divino y nos invita a vivir desde esa perspectiva transformadora. Francisco cita la devoción al Sagrado Corazón, destacando que el Corazón de Jesús es el “signo o símbolo natural de su inmensa caridad” (n. 48), representando el amor incondicional que Él tiene por la humanidad.

 

El documento también resalta la necesidad de una conversión personal y social desde el corazón, recordando que “nuestro mundo […] necesita recuperar lo más importante y necesario: el corazón” (n. 31). Francisco nos invita a abrirnos al amor de Cristo, quien es “proximidad, compasión y ternura” (n. 35), capaz de sanar las heridas más profundas de la humanidad.

 

Un corazón fraterno que acoge a toda la humanidad sufriente

El quinto y último capítulo de Dilexit nos, “Amar por amor”, profundiza en la dimensión comunitaria, social y misionera de toda auténtica devoción al Corazón de Cristo, que, al “llevarnos al Padre, nos envía a los hermanos” (n. 163). De hecho, el amor a los hermanos es el “mayor gesto que podemos ofrecerle a Él a cambio de amor” (n. 167). Mirando a la historia de la espiritualidad, el Pontífice recuerda que el compromiso misionero de san Carlos de Foucauld hizo de él un “hermano universal”: “Dejándose modelar por el Corazón de Cristo, quiso acoger en su corazón fraterno a toda la humanidad sufriente” (n. 179). Francisco habla luego de “reparación”, como explicaba san Juan Pablo II: ofreciéndonos juntos al Corazón de Cristo, “sobre las ruinas acumuladas por el odio y la violencia, se pueda construir la civilización del amor tan anhelada, el reino del Corazón de Cristo” (n. 182).

 

La luz que brota de su Corazón abierto

La Encíclica concluye con la siguiente oración:

“Pido al Señor Jesucristo que de su Corazón santo broten para todos nosotros esos ríos de agua viva que sanen las heridas que nos causamos, que fortalezcan la capacidad de amar y de servir, que nos impulsen para que aprendamos a caminar juntos hacia un mundo justo, solidario y fraterno. Eso será hasta que celebremos felizmente unidos el banquete del Reino celestial. Allí estará Cristo resucitado, armonizando todas nuestras diferencias con la luz que brota incesantemente de su Corazón abierto. Bendito sea”.

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