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Entrevista | Christopher West: “Si no somos capaces de hablar del sexo de una forma sagrada, la sociedad va a hablar de él de una forma que no lo es”

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Después de dos días profundizando en la "alegría de la belleza", ayer concluyó el curso de Teología del Cuerpo impartido por Christopher West en la Universidad Francisco de Vitoria.

A través de reflexiones, música y vídeos, West explica, siguiendo la doctrina de san Juan Pablo II, cómo “Dios habla a través de tu cuerpo” y cómo se manifiesta el amor de Cristo por el hombre y la Iglesia.

 

Este mensaje y su enfoque es tan revelador e impresionante que quisimos saber más, por eso hemos querido entrevistar a este famoso divulgador y hacerle unas preguntas sobre el Amor y la Belleza.

 

El evento ha sido organizado por el programa Aprendamos a Amar, del Instituto Desarrollo y Persona de la Universidad Francisco de Vitoria, y ha tenido como colaboradores al Regnum Christi, y varios medios de comunicación: Vida NuevaReligión en Libertad, Revista Misión, Agencia ZenitCatholic-Net y la web del Centenario de la Consagración al Corazón de Jesús.

 

El Instituto Desarrollo y Persona también lanzó durante el evento el primer postgrado “Experto en afectividad y sexualidad”, basado en el programa Aprendamos a Amar de la Universidad Francisco de Vitoria, del que puedes encontrar más información aquí.

 

¿Por qué “The Joy of Beauty” es el título del curso que estás impartiendo?

Nosotros amamos lo bello, lo bello despierta nuestros corazones y la Belleza nos trae la felicidad. Pero es muy importante que Verdad y Belleza vayan de la mano. Cuando la Verdad se enseña sin la Belleza llegamos a rechazarla, y cuando la Belleza se enseña sin la Verdad, la volvemos pornografía. El objetivo es hacer que lo verdadero y lo bello vayan unidos. La naturaleza de la Verdad, la Bondad y la Belleza es que todo vaya unido, y así despiertan nuestros corazones para conducir nuestros deseos más profundos. Juan Pablo II dice que el Eros es lo que impulsa nuestros corazones hacia lo verdadero, lo bueno y lo bello.

 

¿En qué consiste la belleza del Ser Humano? ¿Hay niveles dentro de la belleza?
Voy a partir de algo que dijo Jesús para llegar a la verdad de la belleza humana. Él dijo: “Miráis pero no veis”. Entonces te preguntaré: ¿cuál es la diferencia entre cuando un hombre te mira y cuando un hombre te ve?

La diferencia está en que se “mira” cuando es un “objeto” y se “ve” cuando se reconoce el sentido y una importancia de algo o alguien. 

¡Exacto! Cuando solo “miramos” a alguien, evaluamos a esa persona en un nivel superficial. Pero cuando “vemos” a la persona hay una nueva profundidad en aquella belleza que somos capaces de ver. Cuando solo miramos, evaluamos a las personas por su apariencia física, y si nos quedamos allí podemos llegar a tratarla como a un objeto. Pero, cuando vemos, reconocemos que hay un misterio interno, una conexión entre el cuerpo y el alma. El cuerpo revela un misterio más profundo. Cuando solo miramos nos detenemos en el cuerpo y fallamos en reconocer que el cuerpo es un signo de un misterio mayor.
 
Aquí te va un ejemplo: si solo “miras” a  la Madre Teresa, solo verías una mujer vieja y arrugada. No sería muy atractiva, no pensarías que su piel arrugada es bella. Pero si “ves” a  la Madre Teresa, ves una belleza brillando en su arrugado rostro y sus delgados dedos. Porque ves su cuerpo, su edad y sus arrugas como un signo de cómo ella ha amado. Una vez uno de los videntes que han visto a la Virgen María le preguntó por qué es tan hermosa -todos los videntes que la han visto aparecerse la describen como la mujer más hermosa imaginable- entonces ella le contestó: “Soy bella porque amo”. Ese es un nivel más profundo de Belleza.
 

Tenemos que aprender a ver y no solo mirar, el problema es que miramos pero no vemos, estamos todos ciegos. Jesús nos invita: “Ven y conviértete en alguien que ve”. Queremos ser vistos pero muchas veces nos conformamos con las miradas. Queremos ser vistos en lo más profundo de nuestro ser, pero tenemos miedo de que nadie me pueda ver realmente. Entonces nos conformamos con las miradas. Por eso nos esmeramos en arreglarnos bien por fuera y tomar la mirada impersonal de los demás. Incluso aceptamos que nos traten como a un objeto. Lo que el Ser Humano realmente desea es lo que dice San Agustín: el deseo más profundo del corazón humano es ver a otro y ser visto con una mirada de amor. Si sólo miramos, cosificamos; si vemos, personalizamos y entendemos la dignidad completa de la otra persona.

 

¿Podríamos decir que nuestro cuerpo es un mapa de felicidad? ¿En qué sentido?
Sí. Si leemos el mapa correctamente, llegaremos al misterio último del universo y nos hará felices si decimos sí a Él. Pero también podemos leer mal el mapa y terminar en un lugar muy diferente. Juan Pablo II nos enseña como leer el cuerpo correctamente para que nos guíe a donde queremos ir.
 

Podemos preguntarnos que significa “leer el cuerpo”. El cuerpo tiene un lenguaje, habla una palabra divina, cuenta una historia divina, y podemos preguntarnos cómo lo hace. El cuerpo cuenta una historia en la que la sexualidad nos lleva a la sagrada comunión. El cuerpo de un hombre no tiene sentido por sí mismo, y el cuerpo de una mujer no tiene sentido por sí mismo. Si lo vemos en conjunto, vemos una llamada a la sagrada comunión. Y esa llamada es un signo de la sagrada comunión que Dios quiere tener con nosotros.

 

La imagen que la Biblia muestra desde el principio hasta el final para ayudarnos a entender el amor es el Matrimonio. Dios quiere casarse con su gente, ese es el compromiso que establece con su gente y ese compromiso se cumple en el matrimonio de Cristo con la Iglesia. San Pablo dice que esto nos lleva a una unión eterna. El problema es que si miramos pero no vemos, nos estancaremos en el placer que nuestro cuerpo nos puede dar y no veremos que la unión entre hombre y mujer es el signo de algo más grande. Cuando nos detenemos en el signo y fallamos en ver que nos apunta a algo mayor, ahí es cuando separamos la Belleza de la Verdad y hacemos de ella pornografía. Lo volvemos solo una cosa para nuestro placer egoísta. San Pablo lo llama idolatría porque terminamos adorando al cuerpo mismo y el placer que nos puede dar. Nos volvemos egoístas y tratamos a los demás egoístamente como objetos para nuestro placer.
 

De vuelta a tu punto… sí, el cuerpo es un mapa que está hecho para llevarnos al Cielo, que es nuestra felicidad verdadera. Si fallamos en leerlo correctamente nos condenamos a vivir un infierno. Recibir miradas pero no ser visto, eso nos hiere profundamente.

 

¿En qué consiste ser realmente feliz?
Jesús dijo: “Amaos unos a otros como yo os he amado. Os digo esto para que mi felicidad esté en vosotros y vuestra felicidad esté completa”. Entonces felicidad es aprender a amar y dejarse amar como Dios ama. Nuestro mundo habla mucho del amor pero muchas veces no sabemos lo que esto significa. Confundimos amor con deseo. La forma de cómo entendemos la sexualidad nos lleva a vidas diferentes. Si la entendemos como algo para darnos placer, entonces sacrificamos la dignidad de otros para nosotros mismos. Pero si miramos la sexualidad como una llamada para amar divinamente, aprenderemos a sacrificarnos por la dignidad de otros. Si sacrificamos a otros seremos miserables, si nosotros nos sacrificamos por otros seremos realmente felices.
 
¿Es posible ser realmente feliz en la Tierra? 
Lo que podemos tener ahora son presagios, pequeñas probaditas de la verdadera felicidad. Pero estaremos equivocados si pensamos que podemos encontrarla aquí. Me gusta la definición de San Agustín sobre la felicidad, él dice: “La felicidad es tener todo lo que quiero y querer nada malo”. Cuando quiero algo que no es bueno para mí, estoy siendo engañado al pensar que me traerá felicidad. Entonces nuestros deseos tienen que ser transformados. Veo a mi propia vida y sé que no quiero todo correctamente y que no tengo todo lo que quiero verdaderamente. En esta vida no vamos a encontrar esa felicidad, pero la promesa y la esperanza de la verdadera felicidad nos mantiene vivos.
 
Siendo perfiles diferentes, ¿el tema de la sexualidad se trata de la misma o de diferente manera para jóvenes, matrimonios y religiosos?
Comenzamos con la Verdad básica, que es para todos nosotros independientemente de nuestro estado de vida, que es la llamada a “ser regalo, a ser don”. Juan Pablo II solía citar una frase de la “Guadium et spes”, capítulo 24, que dice “el hombre solo puede encontrarse a sí mismo a través del don sincero de sí mismo”. Es lo mismo que decir “ama cómo Cristo ama”, porque Cristo entregó su cuerpo por nosotros. Esa es la llamada para la gente en el matrimonio, para gente consagrada y para gente soltera. Es la llamada para todos. Todos estamos llamados a aprender a ser regalo, pero cada uno de forma diferente y específica.
 

La Iglesia dice que el matrimonio y el celibato son los dos únicos medios completos en los que puedes hacer de ti un regalo, en otras palabras estás haciendo una promesa de cómo vivir tu vida como regalo. La gente soltera todavía no ha hecho el compromiso pero siguen estando llamados a aprender a ser don. Ahora mismo, tú estás siendo un don para los demás como reportera. Estás escribiendo esta entrevista y vas a dar tu habilidad como redactora para que los demás la lean. Mientras te des a los demás por el bien de ellos estás aprendiendo a ser don. Por eso digo, hay muchas formas de vivir esto, el matrimonio es una, el celibato otra y viviendo como una persona soltera también. Ese es el mensaje de la sexualidad, aprender a ser don para dar vida a otros. Ese es el masaje que Dios pone en nuestros cuerpos: ¡Aprende a ser don para dar vida a otros!

 

¿Hay algún cambio en el mensaje de la Iglesia sobre la sexualidad antes y después de la Teología del Cuerpo?
La Teología de Cuerpo no ha sido implementada todavía. El 99% de la Iglesia no sabe que esto existe. La mayoría de los católicos nunca lo han escuchado. Ha sido proclamado por Juan Pablo II, pero muy pocos saben de esto, entonces hay mucho trabajo para inyectarlo en el torrente sanguíneo. Tenemos la cura para la crisis moderna, pero para que la cura funcione debe de ser inyectada en el torrente sanguíneo, y aún queda mucho por hacer para inyectarla en el torrente sanguíneo de la Iglesia. Para hacerlo tenemos que asumirlo en nuestros corazones muy profundamente y aprender a compartirlo y proclamarlo a otros. No puedes dar lo que no tienes.

 

Si nos vamos del otro lado, ¿cómo dejar de hacer de la sexualidad un tabú?
Necesitamos sanarnos internamente, necesitamos una transformación de nuestra mente y corazón. Tenemos tantas imágenes e ideas enfermas sobre el cuerpo humano y la sexualidad que se dan a través de nuestra educación cultural.

 

Enfrente de un público preguntaría quienes han crecido en una familia cristiana, y seguro casi todos levantarían la mano. Si pregunto, ¿cuántos de ustedes han tenido una conversación abierta, honesta, normal y sana de lo hermoso y asombroso que es el deseo erótico…? Seguro casi nadie levantaría la mano. Estamos asustados, no sabemos cómo hablar de esto. Pero como dice el dicho, la naturaleza aborrece los vacíos, lo que significa que un espacio vacío que no está siendo llenado con la Verdad, la Belleza y la Bondad del plan de Dios, se llenará con mentiras, imágenes pornográficas y pensamientos enfermos sobre el entendimiento de nuestro cuerpo y nuestra sexualidad. No querer hablar de esto solo crea un problema más grande. Hay mucha vergüenza y dolor conectado a esto.
 
Para encontrar el lenguaje correcto y poder hablar de una forma saludable y sagrada debemos de entenderlo de una forma saludable y sagrada, tenemos que curar las heridas y aquellas imágenes enfermas que tenemos. Cristo vino precisamente a traer esa curación. ¿Dónde ocurrió el primer milagro de Jesús? ¡En un boda! Jesús vino a curarnos en una boda para que podamos comprender la belleza y la santidad de la relación sexual y la unión entre hombre y mujer. Es esencial para la vida. Ninguno de nosotros existiría si no fuera por la unión de nuestros padres y sus padres.
 
Cuando entendemos la sexualidad mal, esto afecta todo el significado de la Vida. Es esencial, no es opcional entender esto bien. Como Juan Pablo II decía: “Es una ilusión creer que podemos construir una cultura de vida si no aceptamos y experimentamos la sexualidad y el amor con respecto a su verdadero significado. La razón por la que vivimos en una cultura de muerte es que no entendemos el significado de nuestra sexualidad. La sexualidad desordenada nos conduce a la muerte. La sexualidad en sí es un instinto de vida, pero cuando la pervertimos se vuelve un instinto de muerte y nos devoramos unos a otros. Esto tiene un efecto dominó en toda la sociedad.
 

¡Por favor piensa en esto! ¿Por qué hay tantos abortos? Porque las personas están teniendo sexo y no saben lo que están haciendo con sus cuerpos. No entienden la belleza y la dignidad de su unión. Nunca terminaremos con el problema del aborto hasta que comprendan que es un problema con respecto a la sexualidad. Piensa también en la confusión de género en la cultura hoy en día. Todo esto se da por una mala interpretación de la sexualidad y lo que significa ser imagen de Dios. Mucho de esto puede ser causado por personas en la Iglesia que no saben como hablar de esto o tienen miedo de hacerlo. Si no somos capaces de hablar del sexo de una forma sagrada, la sociedad va a hablar de ella de una forma que no lo es.

 

El sí de una mujer, cambió el mundo. Esta mujer que decidió abrir su sexualidad a Dios cambió el universo. Tienen que aprender a abrir tu sexualidad a Dios, esto es lo que cambia el universo.

 

¿Cómo puede ser la castidad liberadora?
La castidad es liberadora porque el amor es liberador, y la castidad es la virtud que nos permite amar. La castidad no es un “no” represivo, es un “no” al desorden sexual para decir “sí” a la vivencia de una sexualidad bien fundamentada. San Pablo dice que estamos hechos para ser libres, libres para amar. La cultura solo habla de libertad sexual, lo que significa satisfacer tus impulsos cada vez que quieras, y no es eso. La verdadera libertad es controlar tus impulsos para satisfacer y aprender a ser un don. La castidad es la virtud que nos hace libres, involucra disciplina y sacrificio, pero es como un pianista que aprende a dominar los músculos de sus manos para aprender a crear música bella.

 
Por Paula Carrasco Cerritos

 

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