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Misiones de Semana Santa | Andreas Egervari, de Juventud Misionera: “¿El ardor misionero? Cristo puede hacer algo grande conmigo”

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¿Renunciar al descanso de las vacaciones de Semana Santa o irse de Misiones? ¿Qué es el ardor misionero? Y ¿qué es lo más importante de la misión "puerta por puerta? Esas son algunas de las preguntas que muchos misioneros se hacen a medida que se aproxima la Semana Santa.

Uno de ellos, Andreas Egervari, de Juventud Misionera, las ha contestado para LomásRC. Su familia es húngara, pero nació y creció en Alemania. Ha estudiado psicología en la Universidad Francisco de Vitoria, llegando a ser alumno Optimus, y actualmente hace una especialización en análisis de datos (online).

 

De entre todas las opciones para pasar la Semana Santa, ¿por qué las Misiones?
No es una actividad de entretenimiento, como un lugar al que te vas de vacaciones. Renuncias a mucho: a poder relajarte, descansar, estar más tiempo con los amigos o ir a la playa, a pasarlo bien. Sé que si apostase por esa opción, igual me podría perder algo que tiene valor.
Hay que hacerse consciente del valor y el sentido que tienen las misiones. Cuando pasan las vacaciones, al final, la sensación es que con las misiones he podido recibir más recuerdos. Y, además, siento que le he dado sentido a mi tiempo libre porque lo he compartido con los demás.

 

El ardor misionero: “Cristo puede hacer algo grande conmigo”
Veo el ardor misionero a través del testimonio de las personas que han ido a las misiones. Lo cuentan de un modo especial. Lo han hecho por Cristo. Misionar es reaccionar a una llamada y tener la esperanza de que Dios puede hacer algo grande conmigo y a través de mí. Las misiones ponen esa confianza en Dios a prueba y siempre te dejan, por lo menos, un fruto: la oportunidad de ser testigo.

 

Puerta por puerta, encuentro a encuentro
Lo fundamental de las misiones puerta por puerta es buscar un encuentro con todos. Buscarlo con quien te cierra la puerta, con quienes te abren y puedes compartir a Cristo, con todos. Muchos nos dan las gracias cuando, en realidad, con esta experiencia nosotros aprendemos de la vida y de nuestra propia fe. Uno mismo también se conoce viendo cómo da testimonio. Me recuerda a cuando Cristo multiplicó los panes. El pan seríamos nosotros, los misioneros, que, de manos de Cristo, somos repartidos a los demás. Ese aprendizaje en la fe podrían ser las sobras que recogieron después de que la gente hubiese comido.

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